miércoles, 11 de junio de 2014

LA MISIÓN DEL COLIBRÍ



Cuentan que hace muchísimos años, 
una terrible sequía se extendió por las 
tierras de los quechuas. Los líquenes y 
el musgo se redujeron a polvo, y pronto 
las plantas más grandes  comenzaron a 
sufrir por la falta de agua;  El cielo 
estaba completamente limpio, no 
pasaba ni la más mínima nubecita, así 
que la tierra recibía los rayos del sol sin 
el alivio de un parche de sombra;  Las 
rocas comenzaban a agrietarse y el aire 
caliente levantaba remolinos de polvo 
aquí y allá. Si no llovía pronto, todas las 
plantas y animales morirían.
En esa desolación, sólo resistía 
tenazmente la planta de  kantu, que 
necesita muy poca agua para crecer y 
florecer en el desierto. Pero hasta ella 
comenzó a secarse,  Y dicen que la 
planta, al sentir que su vida se 
evaporaba gota a gota, puso toda su 
energía en el último pimpollo que le 
quedaba.
      
Durante la noche, se produjo en  la flor una metamorfosis mágica;  Con las primeras 
luces del amanecer, agobiante por la falta de rocío, el pimpollo se desprendió del tallo, 
y en lugar de caer al suelo reseco salió volando, convertido en colibrí.
Zumbando se dirigió a la cordillera. Pasó sobre la laguna de Wacracocha mirando 
sediento la superficie de las aguas, pero no se detuvo a beber ni una gota. Siguió 
volando, cada vez más alto, cada vez más lejos, con sus alas diminutas; su destino era 
la cumbre del monte donde vivía el dios Waitapallana.
Waitapallana se encontraba contemplando el amanecer, cuando olió el perfume de la 
flor del qantu, su preferida, la que usaba para adornar sus trajes y sus fiestas.
Pero no había ninguna planta a su alrededor. Sólo vio al pequeño y valiente colibrí, 
oliendo a kantu, que murió de agotamiento en sus manos luego de pedirle piedad para 
la tierra agostada. Waitapallana miró hacia abajo, y descubrió el daño que la sequía le 
estaba produciendo a la tierra de los quechuas. Dejó con ternura al colibrí sobre una 
piedra. Triste, no pudo evitar que dos enormes lágrimas de cristal de roca brotaran de 
sus ojos y cayeran rodando montaña abajo. Todo el mundo se sacudió mientras caían, 
desprendiendo grandes trozos de montaña.
Las lágrimas de Waitapallana fueron a caer en el lago Wacracocha, despertando a la 
serpiente Amarú. Allí, en el fondo del lago, descansaba su cabeza, mientras que su 
cuerpo imposible se enroscaba en torno a la cordillera por kilómetros y kilómetros.Hijos del Perú
Alas tenía, que podían hacer sombra sobre el mundo, cola de pez tenía, y escamas de 
todos los colores, cabeza llameante tenía, con unos ojos cristalinos y un hocico rojo.
El Amarú salió de su sueño de siglos desperezándose, y el mundo se sacudió, elevó la 
cabeza sobre  las aguas espumosas de la laguna y extendió las alas, cubriendo de 
sombras la tierra castigada. El brillo de sus ojos fue mayor que el sol; su aliento fue una 
espesa niebla que cubrió los cerros.
De su cola de pez se desprendió un copioso granizo, al sacudir las alas empapadas hizo 
llover durante días, y del reflejo de sus escamas multicolores surgió, anunciando la 
calma, el arco iris. Luego volvió a enroscarse en los montes, hundió la luminosa cabeza 
en el lago, y volvió a dormirse, pero la misión del colibrí había sido cumplida…
Los quechuas, aliviados, veían reverdecer su imperio, alimentado por la lluvia, mientras descubrían nuevos cursos de agua, allí donde las sacudidas de Amarú hendieron la tierra. Y cuentan desde entonces, a quien quiera saber, que en las escamas del Amarú están escritas todas las cosas, todos los seres, sus vidas, sus realidades y sus sueños. Y nunca olvidan cómo una pequeña flor del desierto salvó al mundo de la sequía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario